El tesoro de Patapalo

Se dice que en una isla llamada»Co» se encontraba un tesoro con enormes riquezas. En 1561, año en que acababan de asaltar un barco, obtuvieron unas riquezas infinitas. El capitán Patapalo decidió quedárselo todo, sin dar ni una sola moneda de oro a los tripulantes sin excepciones, desde los piratas limpiadores hasta su fiel compañero Sinbarba, se quedaron sin una única moneda, armando, así una revolución en el barco. Todos se volvieron en contra del capitán. Se negaron a obedecer sus órdenes hasta que el tesoro fuese repartido entre todos ellos. El capitán Patapalo escapó del barco en un bote salvavidas con su tesoro.

Se dice que llegó a una isla en medio del Atlántico. Allí vivían unos monos, tortugas, y algún que otro animal. Se enteraron de su llegada, y prepararon una trampa. Un agujero enorme tapado por un puñado de hojas, en el que cayó el capitán como un ratón. Los animales le mataron y comieron sus restos. El tesoro quedó enterrado junto con los huesos de Patapalo, jamás encontrado.

Unos 450 años más tarde, Alba, una chica alta y delgada, morena y con unos enormes ojos azules de 17 años, un tanto malcriada y consentida, puesto que siempre había tenido lo que quiso, aunque, muy inteligente y resuelta, nada vergonzosa y muy habladora, se encontraba en un helicóptero, a punto de comenzar la mayor aventura de su vida.

Escuchó la leyenda un par de veces, y quiso ir en busca del tesoro. Le costó un tiempo convencer a sus padres, pero al final lo consiguió mostrando su madurez. El helicóptero la dejó en la isla, y el piloto le preguntó que si estaba segura de que lo quería hacer, pero ella estaba segura, emprendería su aventura en busca del tesoro.

Unos metros más atrás, un muchacho observaba como esa chica bajaba del helióptero. No se atrevió a salir de su escondite hasta que Alba estuvo a un par de metros. Hizo ruido con las ramas para que se percatara de su presencia. Se asustó cuando escuchó ese ruido y miró hacia los lados, sorprendida y asustada al ver a aquel muchacho en la maleza.

-¿Quién eres tú?-preguntó ella, sin ningún signo de miedo ni de vergüenza.

-Me llamo Daniel, ¿quién eres tú, y qué haces en esta isla desierta?

-Pues yo me llamo Alba y estoy en esta isla en la que, te equivocas, puesto que estás tú y un montón de animales, para buscar el tesoro del capitán Patapalo.

-¿El capitán Patapalo? No son más que leyendas. En estos ocho años que llevo aquí, no he visto nada parecido a eso, y eso que me conozco la isla como la palma de mi mano.

-No habrás buscado bien. ¿Y por qué estas tú aquí? Dices que no crees en la leyenda…

-Me abandonaron cuando tenía 10 años. Pero no me gusta hablar de ello. Bueno, imagino que no tendrás sitio en el que dormir, aunque a juzgar por tu equipaje… Da igual, te enseñaré mi choza.

Alba estaba sorprendida por la manera de hablar de alguien, que hace diez años, no tiene compañía. Caminaron entre la maleza durante unos minutos. Daniel iba ágil y rápido, incluso en algunos momentos tenía que para para esperar a Alba. Cuando llegaron ella se impresionó. Vivía en una casa sobre un árbol, con lo mejores lujos que se pueden tener en una isla. Subieron y Daniel tambien se asustó. Le habían robado. Últimamente notaba que la comida escaseaba en la isla, pero él estaba guardando poco a poco víveres para el momento en que se necesitarían. Habían robado todo lo visible, pero los víveres escondidos seguían en su sitio.

Pasaron los días y la comida cada vez escaseaba más y las discusiones entre los dos compañeros cada vez eran más por encontrar el tesoro. Un día caminando por la isla, encontraron un camino que jamás había  visto Daniel.

-Ves- dijo ella- te lo dije, no miraste bien.

-Estaba seguro, segurísimo de que había estado en todos los puntos de esta isla. Esto da la impresión que acaba de aparecer, que nunca había estado ahí, lo habría visto- contestó confundido.

Siguieron el camino y encontraron un montón de árboles frutales. Corrieron hacia ellos y comieron un montón de diversas frutas. También guardaron unas cuantas para otro momento. No quisieron irse de aquel lugar y durmieron a la sombra de un árbol. A la mañana siguiente anduvieron durante unas horas hasta que llegaron a un punto  donde había una gran «X», los dos corrieron hacia ella y cayeron en una trampa, un enorme agujero tapado por un montón de hojas igual que la que, años atrás, hicieron a Patapalo. No les costó subir, Alba subió a los hombros de Daniel y después le cogió de las manos para sacarlo. Ya estaban, habían encontrado el tesoro. Cavaron y no se equivocaron. Encontraron un cofre gigante en el que estaban los huesos de Patapalo y su enorme riqueza. Lo lograron juntos, y días más tarde, un helicóptero pasó por allí y ellos llamaron la atención. Alba se fue con el tesoro, pero Daniel no quiso ir, aquella era su casa, pero se prometieron que, algún día, se volverían a ver.

Acerca de nube roja
Profesor de lengua y literatura del IES Marismas, Santoña, Cantabria.

Deja un comentario