-Primer día en la isla:
Arrastrado por la corriente debí de llegar a esta isla ,un lugar desierto. Todavía me pregunto desde dónde he llegado aquí ,el porqué y cuándo de los hechos, no me acordaba de nada, la mente la tenía aún borrosa y no sé cómo pude sobrevivir a aquel tremendo oleaje.
Lo primero que hice al llegar a esta isla, fue inspeccionarla de arriba a abajo para ver si encontraba algo con lo que pudiese pescar peces, encender un fuego, bajar la fruta de los árboles y cazar algún animalillo. Nada de lo que había previsto pude encontrar. Habiendo recorrido la isla palmo a palmo, lo único que encontré fue una pequeña caña de pescar y una cuerda rota, lo que significaba que allí podía haber vida, o también que la podía haber habido. Al saber aquello se me pusieron los pelos de punta, porque no sabía si me podría encontrar a alguien que me pudiese ayudar o a alguien que por alguna razón no quisiese ayudarme a salir de este lugar. Tampoco era tan terrible, debido a que había fruta en lo alto de los árboles.
Se estaba haciendo de noche y tenía que hacerme un refugio o buscar uno. Por allí no había ni cuevas ni nada, así que me fabriqué una especie de hamaca sobre la que podía dormir sólo por esa noche.
-Segundo día en la isla:
A la mañana siguiente me desperté con un dolor de espalda infernal, ya que de tantas vueltas, la cama se había desecho y había dormido gran parte de la noche sobre la fría arena. Casi sin poderme levantar, volví al lugar en el que había estado tirado a la orilla del mar ni sé cuanto tiempo, aquella idea fue fantástica porque al llegar allí me encontré con una pequeña riñonera que se me habría caído cuando me levanté. La riñonera contenía un anzuelo, un mechero y una navaja, lo que suponía que antes de despertarme tirado en la arena, iba ha realizar una especie de curso de supervivencia al otro lado del país. Al ver esos objetos me puse a gritar de alegría porque ya podía pescar y coger la comida que yo quisiese, y lo más importante el mechero para poder encender un fuego por la noche.
Con la cuerda que había encontrado el día anterior me la até a los zapatos y escalé con gran esfuerzo un árbol en busca de mí desayuno. Allí encontré cuatro plátanos, que comí con mucha ansia debido que el día antes no había comido, ni cenado, los plátanos estaban muy ricos y era un desayuno que te cargaba las energías. Después de desayunar estuve todo el día construyendo la casa en la que iba a vivir durante mucho tiempo. La casa me quedó genial, ya que tenía hasta un pequeño orificio desde el cual te podías asomar todas las mañanas, esta cabaña estaba construida con las hojas y palos que habían caído de los árboles y tres ramas que había por allí de un árbol de bambú.
Para cenar entré en el mar, puse el anzuelo en la soga, y esta la até a la caña, con la que pesqué varios pececillos para la noche y la comida del día siguiente.
-Tercer día en la isla:
Esta noche había dormido mejor, ya que la cabaña que había construido era mucho más habitable que la anterior, pero aún así seguía teniendo el dolor de espalda.
Para desayunar cogí un plátano del día anterior y tres o cuatro frutos secos que había por allí. Seguía pasando mucha hambre ya que era difícil coger por ti solo la comida. Te las tenías que ingeniar para subir a los árboles y ser muy sigiloso al pescar para no ahuyentar a los peces.
Por lo que me habían contado, la vida en una isla era muy angustiosa y peligrosa, debido a que te puedes encontrar cosas inesperadas y que no le deseas a nadie. Lo más frustrante era estar sin tú familia y amigos, echarles tanto de menos y llorar por ellos todas las noches, saber que ellos no tienen ni idea de dónde te encuentras y cómo estás, lo preocupados que se sentirán sabiendo que estás completamente aislado en una isla en la que no hay gente y en la que te tienes que buscar la vida tú solo, después de un rato decidí que no valía la pena seguir lamentándose por eso y que lo más importante era que lograse sobrevivir y que volviera sano y salvo a casa.
-Cuarto día en la isla:
Para llevar los peces y la fruta mejor, me hice un saco con hojas de las palmeras.
Después de estar metido en el mar unas cuatro horas, vi un erizo de mar y varios mejillones, los metí en la bolsa y los llevé hacia el refugio. Encendí un fuego ,con la madera que había sobrado de construir la cabaña, los cocí y me lo comí, los mejillones estaban bastante ricos, pero el erizo de mar sabía a arena ,no fue la mejor comida del mundo pero al menos fue algo. Para cenar, comí una granada que había en lo alto de un árbol. Después de cenar me eche en la cama y me empezó a doler fuertemente el estómago, no pude pegar ojo en toda la noche debido al dolor de tripa.
-Quinto día en la isla:
Al levantarme de la hamaca sentí un pinchazo por todo el cuerpo, que hizo que me desmayase. No fue nada, sólo un simple mareo, supe que fue el erizo que comí el día anterior el que me hizo que me diesen mareos y nauseas. Lo pasé bastante mal durante la mayor parte del día, pero por la tarde logré levantarme y pasear un rato por la orilla de la playa, estuve pensando en cómo facilitarme un poco más la vida en el isla, y agarré el sacó muy fuertemente, me até la soga a los pies y empecé a escalar los árboles en busca de comida. El saco se llenó hasta arriba de plátanos, cocos, granadas y piñas. Después de terminar esto, me lancé al mar en busca de algún pez un poco más grande y logré coger un pulpo chiquitín. Al terminar de coger la comida, me puse a dar saltos de alegría, al sólo pensar que ya tenía comida, por lo menos para una semana y que no me tenía que preocupar casi de hacer nada.
Hice un fuego para calentarme por la noche y cocinar el pulpo, que por cierto estaba delicioso.
-Sexto día en la isla:
Como no tenía nada que hacer, con la navaja partí las granadas por la mitad, y cogí las pepitas. En la arena hice una especie de huerto y planté las semillas por todo ello, para poder tener comida para dentro de algún tiempo.
Al terminar ,como me aburría mucho ,me fui a dar un pequeño baño en el mar. Estuve un largo tiempo allí metido, disfrutando del agua y del calor que emitía el sol.
Fue un día sabático, en el que me lo pasé igual que si estuviera en el Caribe, debido al sol abrasador, las aguas del mar cristalinas, y unos paseos por la playa muy relajantes.
Estuve relajado todo el día y disfrutando de la soledad de aquella isla, conseguí olvidarme un rato de mi familia y pensar solamente en mí y en mi naufragio en este lugar.
-Séptimo día en la isla:
Llevo en la isla atrapado ya con este siete días, es estresante no saber qué pasa en tu ciudad, si te están buscando por todo el mundo, si están poniendo empeño por encontrarte, a través de los medios de comunicación, por las calles…
La vida era más fácil con comida y no te tenías que preocupar por tantas cosas, pero cuando ya no tenía intención de hacer nada, se acercó un temporal tremendo que acabó con la cabaña que había construido, las hojas y ramas que hacían de columnas estaban rotas y todo tirado por el suelo. Estaba claro que no se podía tener ni un momento de tranquilidad en aquella isla, ya que cuando lo ibas a tener, algo salía mal y te lo impedía. Tuve que volver a poner la casa en pie y mejorar algunos defectos que tenía la anterior.
Cada vez se hacía más imposible vivir en aquel lugar.
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